En España hemos asistido a una de las semanas de máxima tensión de los últimos meses, que ya viene convulsa. Y no sólo por los estragos de la recesión económica y la inflación galopante, sino también por las violaciones del Estado de derecho que la impulsa el Gobierno de la nación con la búsqueda de la despenalización de delitos tan graves como la sedición y el desfalco, además de las chapucerías de la ley del sí es sí. su esposa, Begoña Gómez.
Tras una excursión por Kenia, los inquilinos de Moncloa viajaron a El Cairo para la cumbre meteorológica y de allí a Bali para la reunión del G-20. A la vuelta, prepárense en Corea del Sur para un viaje oficial. Posiblemente sería inevitable una mudanza dentro de la agenda presidencial, al menos en gran medida, pero cuya burocracia es seguramente evitable.
Al menos, con el que cae, evitar poses y poses seguras y no contemplar como obligatorio el acompañamiento de la esposa del presidente sea una mínima atención a las emociones de una ciudadanía desconcertada ante una realidad cada vez más opresiva e insegura.
Y en esas horas duras y asfixiantes, la opinión pública asiste al desfile de la pareja presidencial a través de aeropuertos, apartamentos de lujo y suntuosas recepciones. ¿Es obligatoria esta demostración de grosera belleza para proteger los intereses de España en el mundo?
Más bien, resulta que la afición de Sánchez y Gómez por los viajes de Falcón, por sus vacaciones opulentas, por mezclar agendas públicas y personales, y por la falta absoluta de transparencia son evidencia de que solo nos preocupamos por ellos, la fuerza y su bienestar. Y entre los privilegios de aquel golpe de suerte que les trajo a La Moncloa, está esta perpetua fiesta obscena. Y nada ni nadie les impedirá exprimirlos hasta la última hora del último día.
01
02
03
04
05