El jaguar está siendo sorprendido en Perú por la aplicación de “trampas” fotográficas.
Mítico, grande y silencioso, el jaguar (panthera onca), animal del que apenas hay registros en libertad pese a ser el felino más grande de América, está siendo sorprendido en Perú por la aplicación de “trampas” fotográficas, una tecnología de protección ambiental que revela cada vez más sus ocultos hábitos.
Con un hábitat reducido en la práctica a las profundidades húmedas e inaccesibles de los bosques tropicales, este súper depredador, al que solo los osos pardos y polares superan en tamaño en todo el hemisferio, está viendo como su hasta ahora discreta vida está siendo analizada foto a foto por biólogos y naturalistas. Estos especialistas ven en la presencia de este gran felino, que en Perú también es conocido como otorongo, un termómetro de la salud del territorio y de las posibilidades interacción del hombre con la naturaleza.
La captación creciente de imágenes de este animal, protagonista de leyendas y mitologías en todo el continente, así como de otros grandes mamíferos terrestres que habitan en los confines de la selva ha sido posible de la mano de los avances y el abaratamiento de la tecnología y del interés tanto institucional como empresarial para monitorear el medioambiente en lugares sensibles como la Amazonía.
Leonardo Maffei, coordinador del Grupo Mamíferos Mayores del PMB y responsable de la instalación de muchos de estos aparatos, apuntó que la obtención de imágenes sirve para registrar la presencia de animales y para ver su actividad, lo que es particularmente relevante en el caso del jaguar, “que es esquivo y reticente a la presencia humana” y como tal, “difícil de observar directamente”.
Las “trampas” se ubican en “senderos animales, espacios abiertos, cuyas de ríos o riachuelos… lugares en donde uno sabe que van a pasar los animales”, un trabajo que implica días de caminata en la selva para identificar y cubrir los espacios más indicados. Los resultados son “de todo tipo”, desde la captación de irrelevantes tormentas tropicales a la de “panteras negras” – jaguares completamente negros debido a alteraciones en su melanoma- en pleno acto de apareamiento.
“Hay de todo, todo es captado. Muchas de las especies carismáticas y bandera siempre las hemos tenido pero, por ejemplo, para mí destaca la presencia del perrito de monte, una especie muy rara de registrar, pero de los que tuvimos cuatro frente a una trampa, o los hurones. Para mi como biólogo esa presencia me sorprende y alegra, porque la gente común no sabe lo difícil que es registrarlos”, indicó el investigador.
Antes del uso de cámaras, los monitoreos de este tipo de vida salvaje se basaban en el registro de huellas, rastros, comida, heces… “y si había un avistamiento, pues genial”, mientras que ahora, por ejemplo, se cubren de una vez hasta 40 kilómetros cuadrados de territorio con cámaras, que pueden complementarse con las prácticas “tradicionales”.
Para el experto, lo peor que de momento pasa con la aplicación de las “trampas” es que “se las roben”, ya que con eso se pierde no solo el equipo, que no es barato pero tampoco inasequible, sino la información que había registrado el aparato “y el esfuerzo del trabajo” invertido en su colocación. En cuanto a los protagonistas de la investigación, los animales salvajes, estos parecen acostumbrarse rápidamente a la “indiscreción” de las cámaras que ahora registran sus pasos y simplemente “pasan por delante y no se dan cuenta”.
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