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Pedro Sánchez y Quim Torra vuelven a verse cara a cara. El presidente del Gobierno y el de la Generalitat se reúnen desde las 12:00 horas en el Palau, un encuentro para el que el jefe del Ejecutivo catalán ha llevado el protocolo al extremo y con guardia de honor de los Mossos incluida, hasta el punto de parecer más la visita de un mandatario extranjero. Sánchez ha llegado a aparentar incómodo a la llegada ante tanta parafernalia. El último presidente del Gobierno que visitó el Palau de la Generalitat fue José Luis Rodríguez Zapatero, y de eso hace 13 años.
Los dos dirigentes políticos se han dirigido a la Sala de los Diputados de la sede del Govern, en la que el presidente catalán recibe a todas las autoridades. Allí ha comenzado el diálogo. Torra ya ha avanzado que pondrá sobre la mesa las reclamaciones habituales del independentismo más radical, y que pasan por una amnistía para los presos del ‘procés’ y un referéndum de autodeterminación. Ambas medidas son inconstitucionales y, por tanto, inasumibles para el Ejecutivo.
Moncloa, por su parte, ha informado de que Sánchez acude a esta reunión con una «agenda para el reencuentro». Según fuentes del Gobierno, esta oferta comprende diálogo político y regeneración institucional, financiación autonómica, mejora de la cooperación, política social y apoyo a los servicios públicos, impulso a las infraestructuras y apoyo ante catástrofes naturales
Si fuera por sus protagonistas la reunión no se celebraría. Sánchez y Torra saben que, más allá de las declaraciones de buenas intenciones, la conversación será estéril y solo servirá para salvar las formas, que dado como está el panorama político no es poco. La desconfianza entre ambos es mutua y la empatía, nula. Pero el amago de la Moncloa para aplazar el encuentro hasta después de las elecciones catalanas desató un incendio. Esquerra puso el grito en el cielo porque quedaba desairada ante sus socios, y Sánchez rectificó. Todo lo contrario que Torra, que vio en aquel intento de postergar la reunión la demostración palpable de que los pactos de los republicanos con el PSOE para la investidura de Sánchez habían sido gratis.
Sánchez considera que solo podrá haber avances con el ‘Govern’ que surja de las urnas tras las elecciones catalanas, en el que ya no estará Torra ni su cohorte más radical y en el que es posible que la influencia de Puigdemont solo sea un recuerdo. Entretanto, se reúne con Torra para dejar en buen lugar a sus aliados de Esquerra, para acallar al escepticismo de JxCat sobre su voluntad de hablar y para demostrar que su Gobierno sí busca una solución política al conflicto en Cataluña.
El presidente catalán también considera que con Sánchez pisa tierra yerma para la secesión y pretende demostrarlo con una hoja de resultados vacía. El de hoy es uno de los últimos cartuchos en su vicariato para el fugado en Waterloo y quiere que sea la prueba definitiva de la inutilidad del diálogo «con Madrid». Que se compruebe que la única vía para la independencia de Cataluña es la de los hechos consumados, como la ensayada en octubre de 2017. Lo dice él y otros conspicuos exponentes del soberanismo: «Lo volveremos a hacer».
Sánchez se presta al juego para mejorar las bazas de los republicanos en el debate soberanista, pero no por un súbito flechazo. Busca un ‘quid pro quo’ y asegurarse su respaldo a los Presupuestos. En este juego de equilibrios, no quiere que su viaje a Barcelona sirva para dar a Torra el rango de interlocutor único del Gobierno. En su visita de 48 horas a la capital catalana se reunirá con la alcaldesa Ada Colau, con la presidenta de la Diputación, la socialista Nuria Marín, con organizaciones empresariales, los sindicatos UGT y CCOO, y representantes de la sociedad civil catalana, como los de Barcelona Global. «Cataluña no se limita a Torra», afirman en la Moncloa.
La idea es que la cita con Torra quede diluida en una sucesión de encuentros con otros actores de la vida pública catalana, y que no se trata de una cumbre presidencial. Además, Sánchez ha encajado la reunión con el presidente de la Generalitat con los encuentros que mantendrá en los próximos días con otros gobernantes autonómicos en sus sedes. Es posible que el siguiente sea el presidente de la Junta de Extremadura.
El presidente de la Generalitat no tiene capacidad para modificar la agenda del presidente del Gobierno, pero va a intentar que la cita esté rodeada de simbolismo para que se asemeje a un encuentro entre iguales. Ya trató de hacerlo en diciembre de 2018, durante el encuentro entre delegaciones de ambas administraciones en el palacio de Pedralbes. Torra quiere rentabilizar para JxCat en términos electorales, aunque él no será candidato, la visita del presidente del Gobierno de España a Barcelona.