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Si hay un deporte despiadado es el ciclismo. A veces se convierte en un drama. Otros, en unos instantes, las fuerzas desaparecen sin saber a qué se deben, ni siquiera el corredor afectado. Así que pensamos que es la más productiva de la elegancia del día, la que pasará con honores una escapada por la que ella luchó y sudó. Y de repente, cuando faltaban sólo cien metros, él va para allá y lo atrapan. Adiós al combate por la victoria, al esfuerzo de andar kilómetros y kilómetros solo diciendo «sí se puede».
Pero el pelotón es casi una especie de pelotón de fusilamiento. Andan en relevos calculando cómo, cuándo y dónde atraparán al fugitivo, al que califican de víctima. Déjalo pasar solo, cuando nos apetezca nos lo comemos, lo capturamos. y dejarlo sin precio.
Esto es lo que le pasó el martes a Julie van de Velde, una corredora belga de 30 años que creía en sí misma, quien dijo que un día en Santiago puede ser solo una cita para cortar. Sola frente a todos, con una moto cambiada. en señal de libertad y lucha contra un imperio de gladiadores que nunca le daban más de dos kilómetros por delante, era muy sencillo atraparla cuando querían.
Sin embargo, Van de Velde creció impulsada por ese espíritu combativo con el que montan flamencos, jinetes maravillosos, jinetes y jinetes que saben combatir solos. Y hasta hizo dudar al pelotón, ¿podemos hacer con ella?¿El 3er nivel del Tour Femmes? Bueno, Van de Velde se puso el uniforme de la desgracia, una injusticia masiva como cuando un árbitro te sancionó un penalti injusto en el minuto 90.
Quedaban dos kilómetros y seguía corriendo libremente. Aún faltaba un kilómetro, donde una pequeña bandera roja te anunciaba que la línea de fondo ya te rozaba los dedos, y ya empezabas a escuchar el sonido de tus perseguidores, como si estaban montando caballos en lugar de bicicletas con espadas desenvainadas.
¿Quién puso la pista a 500 metros de la línea de fondo? Ahí, sus piernas dijeron basta. Allí, el pelotón se animó y los lanzadores de velocistas entendieron que el impulso que habían dado a la organización lo valoraban cuando casi parecía que iba a ocurrir la maravilla.
El Tour Femenino no está para milagros ni para darle un paso al paso de la carrera, así que a cien metros, sin querer dar la vuelta, Van de Velde ya ve motos a su lado. Adiós a la fuga, combate en solitario,
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