Duro golpe a la economía japonesa por el forzoso aplazamiento de los JJ.OO.

Japón es el país del mundo con la deuda pública más elevada del mundo, un 240% del PIB, y vivía ya la euforia de las prebendas de ser cita olímpica. Era tal la necesidad de mano de obra que, incluso, la Dieta (Parlamento) modificó la ley inmigratoria para recibir mano de obra en el país más hermético en materia de inmigración.

Las obras iban a buen ritmo y ahora, a menos de seis meses vista, todo iba a la perfección, como es norma en el país del Sol Naciente. Iban a repetir, salvando las distancias, la gesta de aquella primera olimpiada que, en 1964, situó a Japón hacia el camino de convertirse en una potencia mundial. Basta recordar que el famoso Shinkansen, el Tren Bala, data de aquellas fechas, hace más de medio siglo, cuando ningún otro país se lo había tan siquiera planteado.

Pero, de la vecina y temible China, llegó el Coranavirus y obligó a cancelar los JJ.OO. hasta verano de 2021, entre el 23 de julio y el 8 de agosto. Y con un coste adicional que Japón cifra al equivalente a unos 2.500 millones de euros. Un golpe para el orgullo nacional japonés, como habría ocurrido en cualquier otra nación.

Con el agravante que los japoneses llevan décadas con el sentimiento de que han perdido la batalla de ser superpotencia, contrariamente a sus ambiciones en aquellos años de la década del 1980, cuando Japón parecía que iba a comerse el resto del mundo, cuando su economía representaba casi el 18 % del PIB mundial. Hoy China es la superpotencia en el área asiática y, probablemente, saldrá reforzada de la crisis actual.

El libro La Soledad del País Vulnerable (Crítica-2019) del catedrático Florentino Rodao, uno de los mejores especialistas en la historia nipona, analiza Japón desde 1945, después de la II Guerra Mundial, hasta la actualidad. Lo hace desde la dualidad de su vida diaria, hasta la cualidad que tiene Japón para superar crisis y adversidades –hay que recordar el desastre de Fukujima, en su vertiente humana y nuclear– para concluir su sentimiento de soledad isleña y conceptual ante los nuevos desafíos socio-económicos, en una población de 120 millones de habitantes, con alto porcentaje de personas mayores de 70 años. Unos retos que no logran superar los planes de estímulo económico del equipo que dirige el primer ministro Abe, conocidos como Abenomics.

El golpe que supone el aplazamiento de los JJ.OO. – que afecta, sobre todo, a la megápolis del Gran Tokio, con más de 35 millones de habitantes – no ayudará reducir este sentimiento de “soledad” que hace décadas impera en Japón, aunque se justifique por las excepcionales circunstancias.

Japón es diferente y seguirá siéndolo. Seguro, además, que asumirá y superará mejor que otros el impacto del choque del Corona-19. Recuerdo, por ejemplo, cuando en la época dorada de aquellos años 1980 en que viví en Japón, como los escasos extranjeros residentes en Tokio nos reíamos al ver gente con mascarillas en las calles o en el metro. Así evitaban transmitir sus resfriados al resto. Hoy el mundo entero lucha por tener mascarillas. Y, para la historia, no dejará de ser una anécdota el retraso hasta 2021 de los Juegos Olímpicos de Tokio.

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