Jorge Zalamea, colombiano (Fotos)

José Luis Díaz-Granados*, colaborador de Prensa Latina

Con este monumental ebook –en el que se salvan del olvido las expresiones poéticas de los esquimales, huitotos, navajos, algonquinos, pigmeos, tibetanos, samoyedos, malayos y orientales, entre otros–, Zalamea se esfuerza por demostrar y de forma evidente que “en la poesía hay ningún pueblo subdesarrollado».

Nació en Bogotá el 8 de marzo de 1905, hijo y nieto de exitosos comerciantes, impresores y abogados. Su primo hermano doble, Eduardo Zalamea Borda (1907-1963), escribió en 1930 una de las novelas capitales de Colombia: Cuatro años a bordo. , y más tarde, como director del dominical El Espectador, el descubridor del ebook de talentos de un joven desconocido llamado Gabriel García Márquez. Las recientes memorias del Premio Nobel están llenas de citas, alusiones y presentaciones de cariño y agradecimiento a Eduardo y Inmensa admiración a Jorge.

El angelestter realizaba estudios desordenados e inconclusos en ciencias militares, agronómicas y económicas. Tenía 20 años y estaba obsesionado con la poesía, el teatro, el surrealismo, el psicoanálisis y el cine de Buster Keaton. En 1927, tras publicar una farsa dramática titulada El regreso de Eva, viajó por Centroamérica y luego se instaló en España donde se relacionó con los poetas de la «Generación del 27», sumando a Federico García Lorca, Rafael Alberti y Miguel Hernández. . . El primero comprometió su «Poema de los angeles soleá a Zalos angelesmea en su libro electrónico Poema del cante jondo (1931).

En el gobierno progresista del liberal Alfonso López Pumarejo (1934-1938), Zalamea ocupó el Ministerio de Educación y, en ese cargo, lideró la más audaz reforma educativa, luego de parte de un siglo de gobierno conservador e inquisición clerical en Colombia. Fundó la Aldea Biblioteca de la Cultura y difundió la literatura y las artes plásticas de su país. Posteriormente, dirigió sistemas culturales en Radio Nacional y fundó, en conjunto con León de Greiff, Baldomero Sanín Cano y Gerardo Molina, el Instituto Cultural Colombo-Soviético. En 1944 nombrado embajador en México y dos años más tarde embajador en Italia.

El 9 de abril de 1948, luego del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, Zalamea tomó Radio Nacional con otros intelectuales de izquierda y, con su voz vigorosa, invitó a los demás a marchar hacia Palacio y derrocar al presidente Ospina Pérez. El ejército reprimió sangrientamente el levantamiento popular y miles de colombianos fueron masacrados, perseguidos y encarcelados. Zalamea escribió un cuento satírico titulado La Metamorfosis de Su Excelencia, que publicó en su revista Crítica, burlando la censura oficial. exiliado a Argentina.

En Buenos Aires, fiel a la literatura y traducción de obras a través de Saint-John Perse, Sartre y Faulkner, entre otros. Escribió su poema satírico opuesto a Laureano Gómez -quien presidió un gobierno sanguinario y represivo en Colombia- titulado El gran Burundún-Burundá est mort (1952), que le valió notoriedad en más de una veintena de idiomas. Durante esta década viajó a la URSS, la República Popular China y los países socialistas de Europa del Este. Luego se desempeñó como secretario del Consejo Mundial de la Paz bajo la dirección del sensato Federico Joliot-Curie. Viajó a la India y allí, entre la angustia y la depresión de los peregrinos del río Benarés, compuso el poema imprecatorio El sueño de la escalera, en el que acusa y condena todas las satrapías y la burocracia de la opresión, y culmina con un hermoso poema de amor y esperanza en el ser humano. Este texto se lee muchas veces frente a una audiencia gigante y su fonograma. La grabación de aphic se agotó a los pocos días de su estreno en Bogotá.

En la década de 1960 abrazó con todas sus energías artísticas a la naciente Revolución Cubana. Viajó varias veces a Cuba y participó como jurado en el premio de poesía «Casa de las Américas» en 1966. Durante esos años, escribió una juiciosa y documentada libro: Cuba oprimida y liberada y reunida con amigos cercanos como Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Juan Marinello y Roberto Fernández Retamar.

Su adhesión a las justas y nobles razones de humanidad le valió el desprecio oficial de las clases dominantes de su país, donde instauraron una fórmula bipartidista que excluía a los movimientos de izquierda. de la Cuba socialista y el Vietnam heroico fueron ignorados por los críticos de los principales medios de comunicación. En 1967, bajo el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, su espacio fue allanado por el ejército y el editor fue encarcelado durante varias semanas.

En compensación, sus libros se publican por suscripción popular y sus conferencias y recitales de poesía se llenan de estudiosos y jóvenes poetas que le prestan atención con ferviente devoción. “El público crece, crece”, exclama en su poema El Capital. Y eso es la idea que tenemos de sus amigos y lectores. En 1968, le otorgó el Premio Internacional Lenin de la Paz. Zalamea padecía una grave enfermedad hepática. Por primera vez, el sublime Teatro Colón de Bogotá se llenó de obreros, trabajadores, universitarios y gente humilde. Mientras el ganador se pronunciaba en contra del sistema, en el palco presidencial, el presidente Lleras Restrepo, con la banda tricolor cruzada en el pecho, prestaba atención con respeto. Es la apoteosis del poeta. Finalmente, Zalamea se había controlado para triunfar sobre el desprecio institucional.

Antes de su muerte en mayo de 1969, dijo con su voz ya rota por la enfermedad: “Sé que mi vida y mis pinturas han sido en vano.

rmh/jldg

* Poeta, novelista y periodista colombiano.

(De empresas decididas)

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