Rubén Limas: Una nueva normalidad

El planeta entero se está ajustando a los rápidos cambios generados por el cisne negro que representa el Coronavirus. Todas las naciones están enfrentando, dificultosamente, este problema de extrema complejidad y la única herramienta efectiva es el distanciamiento físico. La aparición de la Vacuna nos ayudara indudablemente pero aún falta. No obstante, sin haber superado el dolor y la muerte que la enfermedad deja a su paso, es cada vez más evidente el cúmulo de perjuicios económicos que la pandemia está generando globalmente. El gobierno de facto de Venezuela, discursivamente, insiste en una falsa dicotomía: salud o capitalismo. Esa falsa dicotomía, producto de su dogmatismo, nos está conduciendo al camino sin salida de una cuarentena eterna. ¡La verdad, es que nos ha conducido por este camino ya hace dos décadas!

Es claro que no podemos abandonar la cuarentena sin diseñar antes la nueva normalidad post cuarentena. ¿A qué nos referimos con una “nueva normalidad”?. Esa expresión debe entenderse como las fases que deben establecerse, los protocolos que deben seguirse y las reformas legales que deben efectuarse para reconstruir la actividad productiva, sin ello, sin producción, el hambre es la nueva pandemia que nos azota.

Varios gremios empresariales; entre ellos Consecomercio, Conindustria y, acá en Carabobo, la Cámara de Comercio de Valencia y Capemiac; han hecho pública sus preocupaciones por la ausencia de medidas que aseguren la continuidad de las empresas y la estabilidad de los puestos de trabajo. Si estás empresas, las pocas que quedan, terminan por cerrar, el desempleo y la carencia de muchos productos se traducirán en el empeoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos en forma grave. El gobierno de Maduro parece soñar, no hay otra forma de expresarlo distinta a “soñar”, que puede alimentar a toda la población sin producir lo que se consume. De hecho, muchas comunidades reciben el CLAP contadas veces al año, lógicamente, creer que eso sea posible quincenalmente es fantasioso. El gobierno  no quiere, ni puede, sacarse el chip de ser un país petrolero. ¡Ya no lo somos!, producimos tan poco petróleo y tan pocos combustibles que ni siquiera podemos abastecer al mercado local.

La economía de la nueva normalidad implicará asumir  esta  realidad: las empresas ya no dependen del Estado, ahora, el Estado depende de las empresas. Esa nueva realidad implica una nueva forma de gobernar, basada en el diálogo, la búsqueda de consensos, el establecimiento de mecanismos de concertación, controles democráticos, negociación tripartita, son tantas cosas, valiosamente obvias en la Venezuela previa a 1999, pero ahora, insustituibles.  Frente a esa realidad de quienes están en Miraflores, luce anacrónico.

Sigue siendo urgente, quizá hoy más que nunca, la constitución de un nuevo gobierno. Eso amerita, exige, que finalmente apartemos las viejas aprehensiones entre la dirigencia partidista y la dirigencia gremial patronal. Recordar permanentemente nuestros desencuentros históricos no sirve de nada en este contexto. Es evidente que cuando nos unimos, como cuando colaboramos en el diseño del Plan de la Nacion, hay resultados positivos. Ahora debemos unirnos para diseñar la “nueva normalidad”.

Es preciso que pensemos en educación a distancia, en teletrabajo, en reconocer la conectividad a Internet y la disposición de equipos informáticos como un derecho humano, nuevas normativas de seguridad industrial, ordenanzas para la circulación de personas en el transporte público, esquemas nuevos para la participación ciudadana para que todos los ciudadanos (y no solo los miembros del PSUV) puedan incluir su voz en el escenario público y el diseño de las políticas públicas. Esa labor debe efectuarse desde ya para que estemos listos para levantar la cuarentena. También debe ser obvio que esa tarea necesita ser asumida, con protagonismo, por los gobiernos regionales y locales (muchos de ellos desaparecidos en acción). Los dirigentes municipales de AD me comentan persistentemente que la gente ni siquiera puede reconocer un concejal si lo tiene enfrente ¿pueden hacer una ordenanza personas que no hablan con nadie? ¿Al menos para consultar? Claro que no. Tampoco se puede gobernar haciendo videos chistosos en las redes sociales, ni con sombrero, ni a caballo. Espero que estos temas sean debidamente meditados por toda la ciudadanía carabobeña, nuestra pequeña pero importante región puede ser fundamental para reconstruir la economía nacional.

Rubén Limas

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