“Los datos están ahí”… y te comen, Pedro Sánchez

En estos últimos tiempos, siempre que se ha preguntado al presidente del Gobierno de coalición por los detalles de alguna medida para afrontar la crisis sanitaria, social o económica provocada por el coronavirus, argumentaba su justificación con una frase poderosa: “Los datos están ahí”. Y se quedaba tan ancho…

Poderosa al tiempo que absurda e inútil porque la siguiente pregunta que subyace siempre es qué datos o dónde están esos datos o quién le aporta a usted esos datos. Es como decir “cada persona es un mundo” o “el fútbol es así”. Es no decir nada. La imposibilidad de repreguntar en las telemáticas ruedas de prensa obligaba a otros compañeros a insistir con idéntico resultado: “Los datos están ahí”.

Vaya por delante que me declaro ignorante y corto de entendederas en materia económica, pero para comprender lo que escriben en la sección correspondiente, me da. Y llego a entender que los datos están ahí, pero son tozudos y se comen al presidente Pedro Sánchez, al vicepresidente Pablo Iglesias y a todo el staff económico del Gobierno, con Nadia Calviño a la cabeza.

Las previsiones no son nada halagüeñas y llevan ya tiempo avisando de que así no. No se puede obviar una crisis económica para, de repente, escuchar a la titular de Economía decir que no se alcanzarán los niveles del año pasado hasta finales del próximo. El Banco de España estima ya una caída del PIB que va desde el 9 al 15% en función de la gravedad de un rebrote que volvería a provocar el cierre temporal de miles de empresas.Y, lo más doloroso, todo esto pondría a España en el escenario de los más de cinco millones de parados.

Casa mal no reconocer la gravedad de una emergencia sanitaria por motivos ideológicos e intentar salvar después, tarde, la situación con medidas drásticas e improvisadas que llevaron al cierre total de gran parte de la economía productiva. Pero es que si no hubo previsión con la entrada al estado de alarma, tampoco la estamos viendo con la salida, que está resultando lenta y ruinosa.

Como decimos, la realidad económica es terca y ya ha obligado a Pedro Sánchez a dar marcha atrás y cambiar la apertura de fronteras para que pueda llegar el turismo y evitar algo que ya va a ser inevitable en miles de negocios: el paro en la hostelería y el ocio. Igualmente, el presidente y su Ministerio de Transición Ecológica se han tenido que guardar el ecologismo para otro momento y aceptar políticas para revitalizar la compra de vehículos de esos que contaminan mucho porque la realidad tangible, no la utópica e ideal, así lo impone.

Y esa es la realidad contante y sonante por más que le estropee la geometría variable parlamentaria a Sánchez, que como siga dejando hacer -y sobre todo decir- a su numero 2, quizá deberíamos todos ir haciéndonos a la idea de que nadie quiera invertir en España. Este país no necesita más amenazas con la derogación de la reforma laboral, al ahorro o a la riqueza o con las sugerencias de nacionalización o con el afán confiscatorio insaciable a base de más impuestos. España necesita reformas, confianza y seguridad jurídica si queremos que vengan aquí los fondos y las empresas a gastarse los cuartos. Desgraciadamente, nada de esto lo ofrecen los socios del Gobierno, Podemos, ni siquiera el propio Gobierno.

O espabila Sánchez o la “podemización” del Ejecutivo en materia económica y social acabará con un índice de desempleo que tardará años en bajar y, por supuesto, con un Gobierno que en ningún caso lo formará el PSOE. Que salga Pablo Iglesias colocándose “medallitas” por las cosas que dice que va a hacer con el dinero de otros no es un buen reclamo para apostar por España. Cada medida que anuncia el vicepresidente aumenta el número de inversores que sacan unos miles de millones para trabajar con ellos en otro sitio.

El acercamiento a Ciudadanos puede ser una buena opción, pero se avecina una crisis de Gobierno si Podemos se toma mal eso que ha dicho la portavoz Montero de que es necesario modular el pacto programático de la coalición, especialmente en lo que toca las medidas de gasto. Veremos cómo acepta Iglesias los “acuerdos transversales” de Sánchez y que éste empiece a hacer “nuevos amiguitos”.

Algo más tendrá que hacer el presidente del Gobierno si quiere salvar a España de una crisis peor que la que hundió a su “amigo” José Luis Rodríguez Zapatero, que, por cierto, prefiere a los bolivarianos de Iglesias que a los naranjas de Albert Rivera.

Pero ya sabemos todos también que el expresidente no es ejemplo ni para lo que no hay que hacer.

Esta es la opinión de los internautas, no de El Imparcial

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