El pasado fin de semana, el Presidente López Obrador presentó un decálogo de recomendaciones para que las y los mexicanos podamos enfrentar de mejor manera los estragos del coronavirus. Se trata, desde mi perspectiva, de un conjunto de medidas que, vistas como modelo de comportamiento individual, constituyen la clave para alcanzar una vida saludable, incluso más allá de la pandemia.
Si analizamos cada uno de sus elementos, dejando de lado prejuicios y descalificaciones, queda claro que el Presidente nos propone alcanzar un equilibrio virtuoso entre mente y cuerpo, para así alimentar nuestra fortaleza emocional y espiritual frente a la adversidad, pero también para poder aspirar a reinventarnos como personas ante la perspectiva de una nueva realidad social.
En este sentido, yo identifico cuatro ámbitos de acción contemplados en el decálogo: el físico, el mental, el emocional y el espiritual. En cada uno de ellos el Presidente nos recomienda un conjunto de acciones para transformarnos en mejores personas y mejores ciudadanos.
Por ejemplo, en el ámbito físico, el decálogo establece dos elementos clave, no solo para enfrentar la pandemia, sino para tener una vida mejor: cuidar nuestro cuerpo y prevenir enfermedades. Evidentemente, ello implica informarse acerca del tema que en estos momentos más nos ocupa, que es el del riesgo de contagio y las medidas pertinentes para evitarlo. Sin embargo, la idea de mantenernos informados sobre lo que podría ser una amenaza para nuestra salud va mucho más allá del tema del coronavirus.
La única manera de aprender a prevenir enfermedades es teniendo información suficiente sobre lo que es benéfico y lo que puede dañar nuestra salud física. El tema del sobre peso y la obesidad está íntimamente relacionado con la calidad y cantidad de lo que comemos. Por eso el Presidente hace un llamado a cambiar nuestros hábitos de consumo de alimentos, eliminando aquellos considerados como chatarra, y adoptando una ingesta nutrimental más natural y sencilla, libre de elementos que impactan negativamente el funcionamiento de nuestro cuerpo. En el decálogo encontramos también dos elementos clave para mantener nuestra salud física: evitar el sedentarismo y hacer ejercicio.
En el ámbito mental, el Presidente recomienda el optimismo. Ser optimistas y mantener un buen estado de ánimo siempre ayudará a enfrentar de mejor manera cualquier adversidad. Ello nos permitirá ver la adversidad como una oportunidad y nos mantendrá enfocados y concentrados en el aquí y el ahora, para así estar en condiciones de tomar mejores decisiones.
En lo que respecta al ámbito emocional, el Presidente propone vivir en calma, alejarnos del estrés y disfrutar mejor de la vida, independientemente de lo mucho o poco que tengamos. Pero para lograrlo sugiere desarrollar la fortaleza interna necesaria para ser capaces de mantener la tranquilidad en medio de la tormenta. Esto nos permitirá ser prudentes y poder estar en control de cualquier situación.
Finalmente, en lo relativo al ámbito espiritual, el Presidente nos recomienda apartarnos del individualismo y del egoísmo. Nos propone ser compartidos y cooperar para alcanzar el bien común. Y el mejor camino para lograrlo es mediante la bondad y la solidaridad.
La mejor manera de transitar hacia una mayor espiritualidad es aferrándonos a ideales, a un propósito de vida que se convierta en nuestra razón de ser, que nos entusiasme, que nos genere sensaciones positivas, que nos mantenga activos y que nos sirva para nutrir nuestra autoestima y sentido de autorrealización y de pertenencia a un propósito compartido más grande.
La trascendencia del decálogo del Presidente radica, precisamente en eso: en que nos pone en la ruta de generar, como sociedad, las condiciones necesarias para el funcionamiento óptimo y armónico de estos cuatro ámbitos del bienestar individual. Porque de ello depende, en última instancia, la felicidad de las personas.