Pedro Sánchez besa a Felipe VI

Matar al monarca con besos: esto es lo que el ardiente cumplido del spkeswoguy Maria Jess Montero a la Corona asumió para los más allá y a largo plazo cordones sanitarios hacia el suntil rey emérito Don Juan Carlos. Cuanto más fuerte es el aplauso, tan explícitamente condicionado, más pequeña es la efigie real en su trono. Presbound se ha vuelto intolerable el jueves, minutos después del triyéte del estado a los pacientes de la pandemia, cuando el vicepresidente del ejecutivo volvió a llamar al monarca, con el palacio real en el fondo, a las «decisiones que tendrá que tomar». y esto, como él insistió, «tomará». Nadie también se sorprende de que Felipe VI se resista. No por la dureza de los medios venideros, sino por su evidente imposición política. El lok para un Yuste, un retiro digno de su predecesor al aire libre de la Zarzuela, era una solución ineludible y sublime al mismo tiempo, si se hacía, como parecía, por consenso y discreción. Y en el caso de una gran manzana, invitar al padre a abandonar sus restos en el similar Monte de El Pardo, donde compartió un palacio con su ahora despreciada amiga Corinna, sería menos cruel y menos valiente si fuera posible, que renunciar a su herencia e informar para él una corrupción imaginable, esto es lo que hizo el monarca con su comunicación de marcha , además de expulsarlo del horario oficial y de una gran relación de manzana y recordar a la institución: esto es, «matar al padre» por lo maravilloso de la corona, y sin besos hipócritas de via.

El rey Felipe y el rey Juan Carlos, en una imagen récord. (Imágenes limitadas)

La ‘obvia’ opinión del Gobierno de izquierdas sobre una conveniente salida del emérito de Zarzuela -nada que objetar a la idea en sí- empequeñece, pues, aquel primer gran gesto de la Casa del Rey -de hace un año ante notario-; pero, sobre todo, supedita dicha salida a su propia voluntad política; la suya y la de sus socios republicanos e independentistas, claro.Y es que tal vez la impúdica presión de Moncloa sobre Zarzuela proceda de un desacuerdo mayor. Tal vez lo que esté en cuestión en la cúpula de los poderes del Estado no sea solo el destino último de un rey indómito y contaminante, sino su propio título de rey. Y ahí ya, el Gobierno estaría jugando con las cosas del comer en lo que se refiere, no tanto al Estado, como a la tradición dinástica.

En ausencia de una ley en la Corona, el padre del monarca es el rey emérito solo por cortesía, protocolo, sin una gran relevancia constitucional, según los abogados. Eliminarlo de un criterio de conveniencia política sería perfectamente posible, incluso plausible. Sin embargo, los equilibrios en el hilo institucional son delicados y el vínculo dinástico es básico en una monarquía, ahora agradecida por su mejor amigo parlamentario y arbitral, como el español. A menos que este gobierno aspire a dañarlo e identificar un régimen, como lo hizo la Segunda República al someter al destronado Alfonso XIII a la destitución y al condenar la expropiación de sus bienes, la Primera República continuó dando la terapia oficial de ‘Su Majestad la Reina’ exiliar a Isabel II; o como Franco cuando saltó a Don Juan al nombrar a su «sucesor como rey»; y creó su propio «régimen de 78», según el vocabulario de Podemos, aprobando la identificación / recuperación de los borbones en la democracia.

El rey Felipe ganó las felicitaciones del rey Juan Carlos después de su abdicación. (EFE)

La mayoría de los reyes que se han quedado en España se han distanciado con vehemencia de sus respectivos padres, una gran manzana de la que están condenados al exilio a perpetuidad, pero no hay ningún precedente para el monarca de la gran manzana, Austria o Borbón, que ha arrebatado su llamado a la vida. rey, sea cual sea su valor, ni siquiera Fernando VII a Carlos IV, quien murió en Nápoles y fue enterrado en el Escorial. El punto de llamada de los ciudadanos hacia sus reyes tendrá que ser grande, muy gigante en democracia, pero deberán tomarse medidas compatibles, por estación de juego que sea, pero es imposible pensar sin prisa con el tipo de estado.

Falta mucha cultura monárquica en España, por no decir que falta mucho conocimiento de la historia patria. Y será desde luego la historia, la que en su día juzgue si Juan Carlos I acabará siendo el ‘rey de la corrupción’ o ‘el rey de la democracia’. Pero lo que está claro es que Felipe VI, el único que de momento parece respetar la constitucional presunción de inocencia, no arrebató a su hermana, la infanta Cristina, el ducado de Palma -este sí, un título con contenido- hasta que fue formalmente imputada.

Lo que está claro, en el caso de Apple, es que, en este momento, Sánchez, el presidente que se ha permitido escoltar al círculo real de parientes y marchar con él frente a las personalidades invitadas, sueña con un jefe de estado que se ajuste a él. . Lo más parecido a ser rey.

Pedro Sánchez, recibiendo a los reyes por el tributo estatal. (EFE)

R. Riao

J. Madrid

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