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ensayo invitado
Por Anna Sauerbrey
Anna Sauerbrey es una periodista alemana que escribe sobre la política, la sociedad y la cultura alemanas. Escrito desde Berlín.
Cuando hace poco busqué un automóvil de alquiler en Las Vegas (estoy en Estados Unidos para cubrir las elecciones), el agente del mostrador insistió en que me «actualizara» a un BMW. “Para que te sientas como en casa”, dijo, mirando mi permiso de conducir alemán y sonriendo. Cogí las llaves y tomé una nota intelectual: fuera de Alemania, Alemania sigue intacta.
Cuando viajo, esto me ocurre a menudo. Afuera de Alemania, Alemania sigue siendo un país de automóviles, hogar de una economía floreciente. Afuera de Alemania, Alemania sigue siendo un país próspero, donde todo el mundo conduce un BMW o similar. Afuera de Alemania, Alemania sigue siendo un país ordenado, un lugar agradable tanto política como socialmente. Le sonreí al agente. Pero por dentro, hice una mueca de dolor. Porque en Alemania, Alemania ya no parece Alemania.
El lunes, el canciller Olaf Scholz perdió un voto de confianza en el Bundestag, el parlamento alemán, poniendo fin oficialmente a su gobierno. Era una formalidad: la coalición tripartita había caído a principios de noviembre, cuando Scholz destituyó al ministro de Finanzas, Christian Lindner, lo que llevó a sus Demócratas Libres a abandonar el gobierno. La medida dejó a Scholz, socialdemócrata, con un gobierno en minoría junto a los Verdes. En vez de seguir tambaleándose, decidió convocar elecciones anticipadas que se celebrarán el 23 de febrero. La moción de censura fue un último trámite.
A primera vista, la historia del colapso del gobierno resulta ser un misterio político como House of Cards, aunque bastante aburrido, centrado en una lucha presupuestaria. Pero el ruido mediático esconde una crisis existencial. Este país económicamente próspero, socialmente cohesionado y políticamente sólido ha desaparecido. Y este gobierno, ideológicamente desgarrado y sacudido por las crisis externas, no fue capaz de hacerles frente. ¿Cómo llegamos aquí?
En el otoño de 2021, las cosas fueron muy diferentes. Después de que Angela Merkel no regresara después de pasar 16 años en el poder, Scholz derrotó a su sucesor demócrata cristiano y formó el primer gobierno tripartito en la historia reciente de Alemania. Entraron políticos más jóvenes como Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores, y Lindner. Fue la primera vez que los Verdes, un partido económico de izquierda arraigado en el movimiento ambientalista de la década de 1980, compartieron fuerza a nivel nacional con los Demócratas Libres, un partido que favorece las libertades civiles y los negocios.
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