Lo denigrante es que ese lamentable suceso ha venido a coincidir con la degradación gratuita que Pedro Sánchez le ha hecho en el Congreso de los Diputados en los minutos dedicados al control parlamentario.
De presidente de Venezuela, reconocido como tal por toda la Unión Europea y hasta ahora por España, a un mero jefe de la oposición. Lo que no deja además de suponer un espaldarazo democrático al implicar que en aquel país hay una democracia con una oposición libre para ejecutar su labor. ¡Después de lo que se ha visto ahora en televisión y durante toda la trayectoria del régimen bolivariano!
Sánchez está convirtiendo a España en un firme apoyo en el mundo de Maduro y sus secuaces. Todavía no ha aclarado porque el ministro Ábalos fue al aeropuerto de Madrid a entrevistarse con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, tras haber dado cinco versiones diferentes a cuál más disparatada.
El presidente español tiene además como vicepresidente a Pablo Iglesias, que es un agente bolivariano a sueldo del gobierno de Caracas, como lo demuestran los pagos que por diversas vías ha recibido. Lo mismo que el ex presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, que ha registrado 150 pernoctas en la capital venezolana sin haber conseguido ningún resultado positivo como mediador para salir del atolladero.
Ya han surgido voces alertando sobre el riesgo que corremos de desembocar en un sistema parecido al bolivariano, porque la deriva que está tomando la vida política tiene rasgos que recuerdan a los que dio origen al proceso venezolano: gobierno por decreto, desprecio e ignorancia de la oposición, subida de impuestos, desprecios al Rey, acusaciones de fascistas y franquistas a los que no se pliegan a sus dictados…
Y a los que hay que añadir que la situación en Cataluña y, a la deriva de la política en el País Vasco y Navarra, con los representantes del GRUPO, cada vez más, un golpe de estado.