Como buen presidente de centroderecha, Sebastián Piñera fue visto a menos por la izquierda. Piñera era un empresario más que un intelectual, pese a su PhD en Economía, y eso también marcó el juicio sobre su personalidad política. Piñera no tenía gran sentido del humor, pero en su afán de caer bien tal vez lograba lo opuesto –dice el sociólogo Eugenio Tironi–, como ocurría con las “Piñericosas”, el símil chileno de las Evadas, unas atribuidas, otras reales.
Lejos del papel de un tribuno, Piñera fue un político “tecnoaristocrático”, según alguien lo llamaba: determinado, astuto y capaz. Por buen tiempo mi opinión de él estuvo atrapada en los clichés y en el eco de un par de actuaciones públicas: una, la de sentarse en el sillón de Obama en la sala oval de la Casa Blanca, como un muchachito deseoso de escalar; y otra, en la visita de Obama a Chile, cuando fuera de protocolo se fue a esperar a Obama en el lobby de su hotel para entregarle una condecoración. Me pareció excesivamente obsequioso.
Me cayó mejor cuando hizo tocar a Los Jaivas precisamente en la visita de Obama a Santiago, para horror de los que creían que Los Jaivas eran de su propiedad, cuando en realidad, como comentaba un columnista chileno, Los Jaivas son culturalmente hippies, no comunistas.
Piñera no lo ha tenido fácil, pese a su maravillosa fortuna. Fue un luchador opuesto a adversarios fuertes, incluso de la derecha de su país. Un incidente que leí me hizo reajustar mi opinión sobre él. Este incidente es relatado por el periodista chileno Ascanio Cavalo en su libro “La Historia Oculta de la Transición”. Lo comparto para que puedas calificarlo.
Corría el año 1992, Patricio Aylwin era presidente de Chile. Piñera era senador y estaba decidido a estrenar su candidatura por su partido, Renovación Nacional (RN). Evelyn Matthei era una de sus competidoras imaginables. Por esas paradojas de la vida, Matthei sigue siendo hoy una figura de la centroderecha chilena y quedó conmovido por la muerte de Piñera.
Como hija de un general, Matthei tenía contactos muy inteligentes con las fuerzas armadas. Y en Chile existían 3 redes capaces de interceptar masivamente teléfonos móviles: la Red de Investigaciones, la Red de Embajadas Americanas y la Red del Ejército. Resulta que una llamada entre Piñera y uno de sus amigos, Pedro Pablo Díaz, fue interceptada y grabada.
Durante esta llamada, Piñera aconsejó a su amigo convencer al periodista Jorge Andrés Richards para que colara a Matthei para una exhibición en la que ella aparecería. Un miembro del Comando de Telecomunicaciones del Ejército grabó el intercambio verbal y se lo envió a Evelyn Matthei. Ella a su vez envió el grabando al director de un canal de televisión que iba a participar en un programa con Piñera. El director de este canal hizo pública la grabación y arruinó la candidatura de Piñera para 1993. Según Cavalo, Renovación Nacional no saldría de este golpe durante casi cinco años.
Piñera quiso, sin embargo, indagar a fondo quién había grabado su charla. Se concentró en el Comando de Telecomunicaciones de Ejército y con la ayuda de dos periodistas fue cercando a Matthei. Hubo procesos militares, de los estuvo al tanto incluso el general Pinochet, comandante en jefe del Ejército. Piñera hasta sostuvo una reunión con el presidente Aylwin, advirtiéndole que el espionaje (militar) quizá afectaba a todo el sistema político.
Piñera revolvió tanto el avispero que un día ganó una llamada a su teléfono móvil. Una voz le pidió que «termine esas cosas porque de otra manera tendrá consecuencias familiares». Cuando Piñera le preguntó a qué se refería, el teléfono al otro lado de la línea volvió a cambiar de manos. Y Piñera escuchó la voz de su hijo Juan Cristóbal: «Papá, los tíos han venido a buscarme al colegio y necesitan que me comunique contigo. Piñera estaba sorprendido: «No te preocupes, tu hijo va a volver a casa, pero más vale que sepas que esas condiciones pueden darse». A las 8 de la noche, su hijo Juan Cristóbal regresó a su casa. Los «tíos» la habían dejado a cinco cuadras. Piñera Tendrá que esperar mucho tiempo para convertirse en presidente. Su determinación le había llevado a afrontar intereses duros e inescrutables.