O Ayotzinapa de López Obrador

Fátima no usaba minifaldas. Tampoco viajaba en Uber por las madrugadas. Fátima no votó ni por Meade ni por Anaya, y por la información que circula, no era ni fifí ni conservadora. Fátima tenía siete años cuando el 11 de febrero fue raptada de la puerta de su escuela, violada y torturada. Su cuerpo, liviano como el de una niña de su edad, fue envuelto en una bolsa y desechado como basura. Fue la familia de Fátima y no las autoridades quienes recolectaron los videos que hoy son clave en las investigaciones. El presidente López Obrador culpó al neoliberalismo del brutal asesinato y le pidió a las feministas que, con todo respeto, se fueran a protestar a otro lado para no manchar las paredes de su palacio. Tres días después de la desaparición, la prensa pidió a la jefa de Gobierno un mensaje para las mujeres que protestaban. Claudia Sheinbaum visiblemente enfadada con el reportero lanzó un “ahorita no” con tufo a “ya me cansé” y siguió caminando. Como si Fátima, Ingrid y Abril se hubieran dejado asesinar con el único propósito de manchar su gobierno. Si esto que acabas de leer no hace que te hierva la sangre de rabia e impotencia, tú también estás muerto.

Me gustaría decirles que la muerte de Fátima servirá de algo, pero no quisiera ilusionarlos, ese mismo día asesinaron a otras 9 mujeres. Tan sólo el primer año de gobierno de López Obrador rompió récord en feminicidios: más de mil. Matar mujeres se convirtió en el deporte nacional. Sería mezquino pensar que el Presidente, encerrado en su palacio, rodeado de súbditos y exquisitos manjares mexicanos, celebra cada una de las muertes. Al contrario, estoy seguro que le duelen. Pero de lo que no estoy seguro es qué le duele más: su caída en popularidad o las cuerpos sin vida. Después de que se filtrara a internet un video en el que se ve a Jesús Ramírez, vocero del Gobierno de la República, sembrando preguntas en la conferencia presidencial, reporteros cuestionaron al jefe del Ejecutivo acerca de darlas por terminadas. El Presidente, con una sonrisa, aseguró que no cancelará sus conferencias porque “lo tendrían a él y a su gobierno en un estado de indefensión”. ¿Es más importante para el Presidente utilizar dos horas diarias en su show matutino que en atender de una vez por todas la crisis de seguridad que se agudiza? La luna de miel se terminó y duró menos que la de Peña Nieto, quien prefirió apostar por su popularidad que por la justicia. El pueblo reclama lo que le fue prometido. Presidente, mientras haya una vida que salvar, hay tiempo de rectificar.

Quiero terminar esta columna pidiéndoles un favor: Abracen a sus hijas y díganle cuanto las aman. Sólo eso.

Por CALLO[email protected]@CALLODEHACHAlctl

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