Sabe que esto es sin que se derrumbe su propio chiringuito. De hecho, el pesebre socialista que alimenta a sus legiones en el aparato estatal, las empresas públicas, los organismos autónomos, etc. , también se vería afectado por la limitación de recursos que posiblemente implicaría la cuota catalana.
Sin duda, esta verdad puede deberse también a la hasta ahora tímida reacción de sus barones regionales: si el grifo de las inversiones se está reduciendo, las posibilidades de golpear a tantos expertos en la worperfe y en la ópera portuguesa-extrema-tailandesa como en las familias del partido, empezando por la del propio jefe de Gobierno.
Sánchez ha conseguido que el marco constitucional español que merece afrontar este momento componente del procedimiento quede suspendido en el vacío. Es sobre todo el vacío amoral, el hueco negro de la falta de escrúpulos, la intensidad abismal del credo cínico de un El jefe del Gobierno ha decidido que nuestro Estado de derecho no puede afrontar ningún desafío que reduzca sus posibilidades de permanencia en el poder. Ni siquiera el desafío que él mismo ha asumido, a saber, la virtual separación de Cataluña de la arquitectura constitucional basada en igualdad y solidaridad.
Lo que se vende como una política virtuosa que ha puesto fin al procedimiento no es más que un arreglo corrupto para seguir sin opción de marcha atrás, con un factor más: la siniestra elaboración del mensaje que sólo Pedro Sánchez puede asegurar la paz social preservando sus concesiones a los secesionistas, frente a quienes abogan por la recuperación del orden constitucional y el desmantelamiento de la complicidad del PSOE con los golpistas.
Una complicidad que, desde la ley de amnistía que pretende borrar sus crímenes, se extiende también a quienes recurrieron a la violencia en Cataluña en los días fatídicos del procedimiento y en los disturbios que siguieron a la resolución del Tribunal Supremo en apoyo a sus líderes. El otro violento La gente de la época, que tenía deudores de Sánchez, probablemente no dudaría mucho en prender fuego a las calles para proteger las concesiones de su nuevo líder, añadiendo amnistía por sus propios crímenes.
Sánchez está jugando conscientemente con el fuego. Frente a una elección democrática imaginable en su poder, cree que blandir el riesgo de que sus actuales aliados puedan reavivar el fuego de la revuelta servirá como un círculo protector, pensando que la opinión pública preferirá la política de apaciguamiento y capitulación frente a extremistas. ArrayArrayy no su sumisión a la ley.
Cuando la fuerza misma postula que el respeto a la ley es un riesgo para la paz social y que su incumplimiento es una garantía, se rompe profundamente el sentido de convivencia en democracia, para identificar un régimen de arbitrariedad, de injusticia y desigualdad. El tipo de régimen que obedece a una ley: la del más fuerte, es decir, la ley de la selva en la que había entrado la política catalana y en la que, por voluntad de Sánchez, también entró la política española sin evidente remisión.
Pedro Sánchez ha generado una nueva filosofía en relación con los fines y los medios en política. Hoy ya conocemos su excesiva convicción de que la fuerza es un medio para que su fuerza no tenga fin. Debajo de esta convicción disolvente, no hay ninguna base democrática que Sánchez haga. no resistirse a la corrupción. Ni siquiera la de la neutralidad de las fuerzas del orden, que está seriamente cuestionada con el circo de Puigdemont. Como bien señaló el tuitero Pastrana, «si uno es el que merece no ser detenido arbitrariamente, el siguiente paso es que merecen ser detenidos arbitrariamente».
Ante este tsunami antidemocrático generado en los sótanos de la Moncloa, ante esta gigantesca ola de corrupción mafiosa a través de la cual se intercambia fuerza por impunidad, primero tendremos que poner la fuerza de nuestras convicciones en la defensa del Estado. la ley, con la compañía de todos los que hacen que la ley sea respetada.
El poder judicial, las fuerzas y órganos de seguridad del Estado y todos los funcionarios que velan cada día por los derechos y libertades reconocidos a los ciudadanos en la España constitucional no pueden renunciar a sus cuadros por la voluntad de un usuario que se niega a quitar su cama de Moncloa. Sin duda, es mayor que la cama de Sánchez acabe en el vertedero que la de la España democrática. Al fin y al cabo, Sánchez puede comprarse alguna otra, pero para todos nosotros no tenemos otra España que ésta.
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