Pedro Sánchez busca un final conflictivo al mandato de Andalucía

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Alivio en el PSOE andaluz

Con el regreso a la política andaluza de María Jesús Montero, que presentará hoy su candidatura al liderazgo del PSOE-A, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, plantea una oposición corporativa en un contramarcha que es fundamental para la aspiraciones electorales de cualquier partido. El todavía secretario general de los socialistas andaluces, Juan Espadas, mostró lo que cada vez más activistas socialistas proponían dentro y fuera: un relevo de dirección para intentar recuperar el gobierno de la Junta, que desde entonces perdió en las elecciones regionales de 2018. La principal federación socialista de España solo ha perdido peso electoral, siendo derrotada en todas y cada una de las elecciones, mientras que el centro derecha se ha consolidado en una red gobernada a través del PSOE durante 37 años seguidos. La hegemonía socialista fue se dañó y comenzó a consolidarse una mayoría social en torno a la figura de Juanma Moreno, fundada en la moderación y el diálogo.

El proyecto de Espadas estaba agotado y la confirmación de este extremo se visualizó en el congreso federal del PSOE que se celebró en Sevilla en noviembre. Sánchez no lanzó ningún mensaje de apoyo al actual secretario general del PSOE-A y senador, consciente del malestar en la federación por los escasos frutos recogidos durante la labor de oposición. Espadas, desde que fue alcalde de Sevilla, es un político poco amigo de la confrontación. Siempre evitó el cuerpo a cuerpo e incluso demostró su capacidad de entendimiento con el PP en su etapa como regidor. Un perfil bajo incluso en sus intervenciones públicas, prefiriendo el trabajo callado en las agrupaciones socialistas y en el grupo parlamentario. En este sentido, ha priorizado la labor de cohesión interna y ha favorecido la unidad, frente al combate dialéctico que tan buenos resultados da en otras comunidades. Pero las críticas internas eran cada vez más feroces, incluso las de su antecesora en el cargo, Susana Díaz, que no ha dudado en subrayar las sombras de un liderazgo cada vez más menguante.

¿Cuáles son las intenciones de Sánchez con el regreso de Montero? Un estímulo que afronta la cesión popular cada vez más consolidada en Andalucía. Como dijo Espadas en la sede regional del partido, «una especie de nueva técnica o reactivación definitiva para tener posibilidades de ganar» en las próximas elecciones autonómicas, que tomarán posesión en 2026 si no se vislumbran avances. Y el perfil de Montero es muy distinto al de Espadas, una política experimentada que buscará la polarización y la división, al igual que el resto de ministros de su ejecutivo. Un liderazgo combativo, con una dialéctica incisiva y directa que moviliza a la izquierda en un momento en el que Andalucía parece estar consolidando su giro hacia el centroderecha. Una reposición que llegó tras las elecciones de 2018 y que propició, gracias a Ciudadanos y Vox, a la primera vez que un presidente de la Junta no socialista ocupa el Palacio de San Telmo. Esta reposición se demostró en junio de 2022, cuando Moreno obtuvo la primera mayoría absoluta del PP en Andalucía, un broche de oro al encargo de Espadas.

Sánchez, además, pretende un final de legislatura enfangado en la comunidad. Quedan 18 meses en los que la Junta venderá sus logros económicos, con unos datos de empleo cada vez más favorables. En este «sprint» final también deberán concluir grandes infraestructuras fundamentales para la movilidad y el desarrollo logístico. Junto a ello, deberán terminar obras fundamentales para el abastecimiento de agua, una de las prioridades del Ejecutivo tras los largos periodos de sequía.

Sin embargo, Montero no es una cara nueva en Andalucía. Ha sido asesora de Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz. Estuvo al frente de los departamentos de Sanidad -es cirujana- y de Economía y Hacienda, justamente el deber ocupa dentro del Gobierno central. Durante su mandato en el Consejo se creó el llamado caso ERE, la mayor trama de corrupción de la historia democrática de España. Su nombre, sin embargo, nunca dio la impresión en ningún registro, de ser el de sus superiores chaves y Griñán, quienes fueron condenados y luego rehabilitados a través del Tribunal Constitucional.

Sánchez, de esta manera, lo apuesta todo a Montero, actual número dos del partido y su mano derecha en el Ejecutivo. Una operación que forma parte de una estrategia que consiste en enviar a las comunidades a ministros del Gobierno, como Diana Morant a Valencia y Pilar Alegría a Aragón. Pero una de las grandes debilidades de Montero es la complicada defensa de la financiación singular de Cataluña, una de las condiciones planteadas por ERC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. Ese relato choca frontalmente con los intereses de Andalucía, puesto que la medida que pretenden los socialistas rompe con la solidaridad entre comunidades.

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