Escritor y periodista. Analista politico
22/08/2020
Eso no niego, contrario a lo que hacen algunos, el derecho de nuestro presidente y sus ministros a tomarse unas vacaciones. Habrá que identificar que han pasado por un nivel muy complicado y que el que les espera probablemente lo sea aún más. Dicen que Sánchez tiene complejo su regreso de Doana en 3 días, alarmado por una dura denuncia de Bloomberg: si un medio extranjero lo dice, produce mucho más efecto que las advertencias internas. Pero prefiero que venga descansado, claro, con nuevos conceptos más allá de confiar todo a la magia del símbolo del que las lenguas viperinas llaman Godoy. Pasó este tiempo, el momento en que el inquilino de La Moncloa, en sus extrañas ruedas de prensa, pretendía presumir de hacer más que el máximo de los países que nos rodean; los números, los hechos, la cruda verdad no hacen nada de esto. Todo lo contrario. Por eso ahora hay tantos silencios.
No importa si se fue de vacaciones, primero a La Mareta, luego a Las Marismillas, si con su presencia no tenía nada que traer. Y creo que ante el espantoso estallido de la pandemia, que nos convierte en el farolillo rojo de Europa, ante las desastrosas perspectivas económicas, ante el desorden provocado por la misteriosa salida del que era jefe de Estado desde hace casi 40 años, ante el levantamiento de jueces, la autonomía, los concejos municipales, ante el lío absoluto que tiene este país sin seguridad jurídica. Matriz en la que ni siquiera se paga el salario mínimo prometido, nuevas respuestas tendrá que ser dado. Lo que Sánchez, camino de sus vacaciones, no tenía. Veremos si se imagina algo nuevo ahora que está de regreso.
Por el momento, me resulta que lo máximo urgente que haga el Presidente, además de convocar a esta convención de presidentes regionales para comprobar unificar los criterios antes de volver al aula, que es otra, sería llamar Pablo Casado, que se encierre en La Moncloa, o en otro lugar, y no se vaya de allí hasta que los dos hayan logrado un acuerdo para la reconstrucción de este contracheque. Arreglo abordando los desórdenes uno a uno, por separado, y buscando soluciones no raras. No sé si alguno tiene una voluntad genuina de tener éxito en acuerdos que van desde los presupuestos hasta la renovación de los jueces o hacia un mayor funcionamiento del Parlamento. Pero nuestra responsabilidad legal es instarlos a que lo hagan, porque todos lo queremos.
Creo que, al contrario de lo que piensan, uno se desea el uno al otro. Y si, en esta simbiosis, Pablo Iglesias y lo que él representa constituyen un impedimento, entonces este impedimento se levanta y en paz. Es casi tan simple hacerlo como decirlo. Un integrante del nuevo equipo directo del Partido Popular me dijo, parte en broma, parte en serio, que «a partir de ahora, una de nuestras responsabilidades sería facilitar el sueño de Pedro Sánchez», refiriéndose al «insomnio» que, según al propio Sánchez, le haría tener a Iglesias y una dura corporación en su gobierno. Esto es cualquier cosa que, por muchas razones, no pueda durar más.
Hay muchas cosas que Sánchez, en su pase de regreso de vacaciones, se merece hacer porque no las hizo. Es evidente que no es el único culpable de la degradación del país. Es cierto que Sánchez ha tenido que afrontar (no muy bien, esa es la verdad) una pandemia devastadora. Y que heredó, sin saber solucionarlo, un escenario insoportable en un componente del territorio nacional, Cataluña. Pero bajo su mandato, el deterioro de las instituciones, la economía, la convivencia y la moral nacional se ha acelerado mucho más que en máximo otros miembros de la Unión Europea. Suficiente cofre exultante por lo que dicen que estuvo bien hecho y, en realidad, tendrá que haber pasado así por algo. Si necesitas que todo pase de manera diferente, tienes que hacer las cosas de otra manera, digo, parafraseando a Einstein. ¿Es este el espíritu post-marismillas? Espero que lo veamos pronto.