En la Caminata por la Paz que proclama en contra de la política de seguridad de López Obrador

Con menos afluencia que en 2011, cuando la marcha aglutinó desde el inicio a más de 1.500 personas, la hoja de ruta bautizada como la Caminata por la paz es casi idéntica: recorrer a pie los 70 kilómetros que separan Cuernavaca de la capital para, el sábado, plantarse ante el Palacio Nacional y exponer las demandas de las víctimas. Sicilia lanzó también un puñado de mensajes dirigidos a López Obrador, al que reclama una política firme en seguridad: “La prueba más clara de espanto de esa política de abrazos son los 34.582 asesinatos cometidos durante 2019”.

El primer año del gobierno de López Obrador se ha convertido en el más violento desde que existen registros en México. La resurrección de Sicilia, que alzó la voz por primera vez tras el asesinato de sus hijo por el crimen organizado en 2011, supone la emergencia de un rival incómodo para el actual presidente de México, que se ha negado a recibirle a su llegada a la capital, alegando que el veterano activista está convirtiendo el dolor de las víctimas en “show y un espectáculo”.

Desde el anuncio en noviembre de la vuelta a las calles, el entorno del Gobierno mexicano lanzó una dura ofensiva contra Sicilia. Incluidos muchos de quienes hace algunos años marcharon junto al propio activista frente a Felipe Calderón. La mecha que ha prendido esta nueva marcha ha sido la masacre de la familia Lebaron en noviembre, donde fueron asesinadas tres mujeres y seis niños. Miembros de la familia de empresarios sonorenses, que también estuvieron involucrados en la primera ola de protestas, estuvieron presentes durante la nueva marcha. “Esta es la última llamada que tiene el Gobierno para actuar o la gente va a actuar por sí misma”, decía Alejandro LeBarón, de 27 años.

Pese al desgaste de su figura tras años de exposición mediática, Sicilia representa una crítica difícil de contraatacar por parte del Gobierno de Morena. Proveniente de una tradición de izquierda, Sicilia ha apostado en repetidas ocasiones por reconocer que México vive en un estado de emergencia nacional, y ha reivindicado la necesidad de una estrecha colaboración con la comunidad internacional. Una postura antagónica a la de López Obrador, furibundo nacionalista y reacio a cualquier injerencia exterior en México. Pero al mismo tiempo, Sicilia se ha opuesto desde el inicio a la militarización de la seguridad pública mexicana —prolongada por Gobierno de Morena con la creación y despliegue de la Guardia Nacional— y ha reconocido también que el problema de la delincuencia organizada tiene una vertiente económica, política y de salud pública, no solo de seguridad. Una postura más cercana al discurso de Obrador.

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