La canasta de Pedro Sánchez

Hace años, trabajé en un trabajo de comunicación en La Habana y nos dieron un «bocadillo» que consistía en un bocadillo de emparedado. El primer día pensé que se me había escapado el jamón. . . Después disfruté, al igual que mi muy dulce Cubacola. , porque no se hidratan con edulcorantes sintéticos ni con agua. Calorías por todos lados, calorías chifladas (para ellos todas las calorías se necesitan ahora o después). Obesidad de pobres.

En España entramos, con las manoplas huérfanas, en otoño, llevando menos proteínas en la boca de lo habitual, menos pescado, menos carne, menos huevos y hasta menos pan, que es carísimo.

El vino es uno de los poquísimos productos que ha notado su llamado a crecer (como en la pandemia, qué bonito es). De manera que los españoles, alteramos nuestra saludable dieta mediterránea, con una ración de hidratos de carbono de primero y una de grasas saturadas de segundo, con o sin consecuencias para el sistema sanitario de postre (esto último por cuenta de los angeles casa) ¡Ya lo veremos!

Les cuento que una vez soñé que ganaba una invitación dorada en papas fritas, como Willy Wonka: «Pasa 3 días en casa del presidente». El premio para otras dos personas y elegí a un amigo que insistía en la cautivadora buena apariencia de Pedro Sánchez. .

La Moncloa estaba horriblemente decorada, con esa contagiosa combinación entre Mies Van der Rohe y el bodegón con perdices o el Miró sobre un escritorio Imperio. Cualquier hotel de cinco estrellas muy oscuro, logo nuevo, práctico y sin alma, pero lo reconozco, todavía asombrado , que en Moncloa descubrimos algo fascinante: la facialista presidencial, amigos, esa destreza de cosmetología y láser que convirtió al rostro nacional peor tratado por acné juvenil en las nalgas de un bebé.

Es que Sánchez no era ni un seductor ni un «mago», ni siquiera el ídolo que mi amigo esperaba, acabamos de descubrir a un hombre listo, intelectualmente ingenuo, con un inquietante agregado de motivación, megalomanía y agotamiento. . . Sin embargo, en una clara preferencia por ser más persona, más socialista, feminista y por complacernos, nos mostró seguramente todas las agallas del emocionado Palacio de menor de edad.

Vivió rodeado de ayuda de cámara, cocineros y médicos como si fuera Luis XIV, que velaba hasta su sueño, y el último día, en una comida taurina seguramente riquísima de esas con mantel de lino blanco, copa y cigarro (pero sin toros). o el tabaco), seguramente seducido por nuestros encantos que no son del todo baladíes, en medio de una crisis de felicidad, nos obsequió el teléfono celular de su chef.

Los camarógrafos, en cambio, eran una organización de jóvenes muy listos y a la vez sumisos y, por orden de Sánchez, intercambiábamos números de teléfono para cualquier necesidad que surgiese en la vida y también para enviarle nuestra valiosa opinión al presidente.

Antes de marcharse, nos pasó, con una ternura indecible y una amplia sonrisa Gastón LeGume, un bolígrafo propagandístico de la Moncloa de mil colores; El detalle abyecto para nosotros, pero los tomamos para nuestros hijos porque tenía las mejores intenciones.

Desde entonces, me pregunto. . . ¿Qué comerán hoy Pedro, Begoña, Ainhoa ​​y Carlota?Más ahora que los hogares españoles de a pie, sufrimos la subida irreprimible de la cesta de la compra, que tiene más éxito para comprar una tarta fuera de puertas que hacerlo en casa.

Como sabéis, el presidente, soñemos con él o no, ha afirmado que es «buena comida» mientras se niega a hacer público el balance de sus gastos en alimentación, alegando que no los hay.

Eso sí, no está diciendo la verdad, pero creo que daña menos su símbolo al reservarlo y elevar al jamón de jabugo gran reserva, a los Pingus y a los carabineros a la categoría de secreto de Estado administrativo y sinvergüenza. ¿Y por qué no?

Don Mariano Rajoy disfrutaba de la cocina sencilla, casera y clásica, pero nuestro esbelto presidente, que ya es el gobernante que tiene el sueldo más alto al máximo y que ha robado el máximo en Falcón en la historia de la democracia, ama el marisco (como a todos, por su sabor, riqueza proteica y bajo aporte calórico) y todo lo exótico empezando por el sushi. Se dice que le encanta la cocina kaiseki que concede especial importancia sólo a la presentación de los alimentos, pero también a su composición artística y gamas cromáticas.

La razón

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