Economía, democracia y crueldad

A finales de los años 50 del siglo pasado, empezaron a convencer a los españoles de que el ideal de vida era tener una casa en propiedad. Mientras tanto, en el resto de Europa el alquiler era la norma –aquí también– y nos engañaron con este regalo envenenado. : ser dueño de un apartamento pequeño significaba prosperar.

A partir de hoy, cuando el BCE suba y suba las tasas de interés nuevamente, y esperan que lo hagan también en marzo y mayo, las hipotecas, como resultado, una y otra vez y continuarán haciéndolo.

Ahora ya no somos los españoles reflejados en los vídeos de la época que contaban las peripecias para conseguir un platito -¿o sí?-, ahora somos la “marca España”, una de cuyas características, por lo que podéis ver, es que el derecho a la vivienda sigue siendo una declaración innegable en nuestra constitución. Ni el PP ni el PSOE lo han hecho nunca una verdad y necesariamente por la adquisición, pero también por el alquiler: mucho se ha dicho en nuestro país «vivir de alquiler». es tirar el dinero» mientras que en otros países es sólo tener un techo hueco digno que el de vivir

En 2022, los beneficios de los grandes bancos -esos bancos en los que gastamos 60. 000 millones de nuestros impuestos en 2012 para «salvarlos» y en los que muchos tenemos una cuenta corriente, una cuenta de ahorro y estamos atados a comisiones- fueron en conjunto un 28% superior al de 2021 y el precio del efectivo se ha encarecido por las medidas adoptadas desde hace meses por el BCE. Mientras tanto, los que estamos a pie luchamos contra el tifón de la manera más productiva posible, ya que las grandes empresas de alimentos, los vendedores y los supermercados también están ocupados en continuar o expandir sus viejas ganancias. Y sobre energía, qué decir. . . Si queremos un techo sobre nuestras cabezas cada día, que nos alimente y luz y combustible que nos suministre comida cocinada, calor, etc. ¿A qué se juegan con nosotros? los derechos y el bienestar de los ciudadanos, el garante de que los ciudadanos tengan cubiertas sus voluntades fundamentales? ¿O ha tirado la toalla bajo pactos con la gran economía, o mediante acuerdos con un país extranjero todopoderoso, o mediante la aquiescencia en el cumplimiento de las normas europeas o mediante tratados firmados con una alianza militarista? ¿Dónde estamos los ciudadanos en eso de cerillas, títeres, burros de carga? ¿Cómo nos hemos acostumbrado a que se apropien de nuestros deseos fundamentales, incluso vitales? Quizás la domesticación de los ciudadanos tenga una tarea conjunta entre gobiernos y mercados: la preocupación por la escasez, por la pérdida -de salud, de vivienda, de alimentación, de trabajo. . . – es un arma dura de domesticación.

Un contracheque que descuide los deseos de una mayoría de enriquecer la cartera de una minoría no es democrático. La asistencia social es obligatoria temporalmente, pero no contribuye a estructurar un nuevo modo económico, perpetúa el imperante, es un paliativo y un vendaje en un estilo económico que se fundamenta en «en detrimento de» -tu salario , tu carrito de compras, tu casa. . . , sube por voluntad propia-. La palabra democracia está intrínsecamente ligada a la palabra economía, la una no puede existir sin la otra y sólo son compatibles con la distribución de la riqueza y el bienestar y no con la acumulación de los mismos en unas pocas manos. Ningún país que se precie -más de uno- puede presumir de ser una democracia en toda regla con índices de pobreza como los nuestros y la distribución desigual y deficiente de la prosperidad que engendran sus otros pueblos. Algo anda mal y no es precisamente de nuestra parte: salvamos los bancos, nos enfadamos con la manta en lugar del radiador, renunciamos a tal o cual comida porque es muy cara, nos enfadamos con alguna que otra matriz que echamos un vistazo para pagar el préstamo a tiempo escatimando en otros deseos -si es posible-, los jubilados pedirán sus pensiones. . . No, no es de nuestro lado que las cosas están fallando.

Desde el inicio de nuestra actual democracia, a fines de la década de 1970, no ha existido un solo gobierno que se haya atrevido a impedir el enriquecimiento desmesurado de ciertas potencias económicas nacionales y extranjeras; No se trata, por tanto, de un tema nuevo, ya que nació en la cuna de los modelos económicos y fortunas franquistas que aún perduran. En todas partes comunicamos sobre la transición de 1978, así o asá, pero a veces desde un punto de vista político, cuando a nivel económico, cuando ya no se piensa como una forma de mérito publicitario para disminuir o involucrar los salarios, la calidad de telas y productos o construyendo su valor a través de dos a tres? Aquí, gente, todavía estamos esperando. De momento, entre eso y que el BCE ha dicho muy obviamente que para arreglar la situación existente, la única solución -según ellos, hay economistas que no están de acuerdo aunque no hagan caso- es sofocar la economía, una forma cruda y sublime de decirnos que nos las arreglemos como podamos, hay que estar en forma para ser resistente, que está en el agfinisha de 2030, lo tomamos a pelo. Solo ven números e intereses corporativos, no nuestras caras, pero ¿ayudaría eso?

Y no comuniqué de pequeños negocios, negocios comunitarios. . . que todos tenemos muy bien de cabeza al pasar en tal o cual calle que comentamos: ¿aquí antes no había uno. . . ?Desaparecen, eso sí, porque no pueden pagar alquileres abusivos, porque no tienen caja para pagar proveedores, etc. , y de vuelta nos invaden franquicias de todo tipo. Los autónomos de cualquier profesión, como siempre, asfixiado: por alguna razón lo que se hace en otros países europeos y que les está ayudando a prosperar no sirve de estilo aquí -tampoco se ha intentado, entonces. . . -Array

Todavía tenemos mucho que ver. No nos engañemos, si cae un poco la energía eléctrica y los combustibles, si se suprime el IVA a los productos fundamentales, es pan para hoy y hambre para mañana, porque el dinero de esas rebajas, ayudas sociales, bonos sale de nuestros impuestos y “Europa”, y esto último equivale a decir: después, Estado, te calificaremos y harás lo que te pidamos -¿ha leído la letra pequeña de esos acuerdos?-.

En fin, es solo la molestia de un mortal que no percibe nada de economía, después de leer el periódico (180W) a la luz de la farola (60W) envuelto en la camilla (0W) y pensar que la palabra » cruel» no parece un término económico, pero bien podemos usarlo: economía de mercado o economía de la crueldad. Lo mismo sería cierto. Entonces me doy cuenta de que solo me detuve en nuestro país y que no miré más allá, a otras tierras, a otros continentes, donde la palabra «crueldad» se quedaría pequeña.

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