El ruido de fondo provocado por la ley de amnistía y los ecos del asunto Koldo han logrado aplacar parcialmente el clima de confrontación abierta que reina en el Consejo de Ministros por la salida del banquillo de Yolanda Díaz, cuyo acuerdo con el presidente de El Gobierno, Pedro Sánchez, ha estallado, hasta el punto de que el jefe del Ejecutivo afirmó ante interlocutores del sector económico y publicitario mundial que «no conviene añadir el actual ambiente de enfrentamiento con los empresarios impulsado a través del máximo dirigente del país». que tiene confianza de todos y cada uno de que la legislatura durará el mayor tiempo posible», y que, en esas condiciones, es muy oportuno que las aguas retomen su cauce y que «las relaciones con el mundo empresarial avancen» hacia la normalidad.
Sánchez ha sido lo suficientemente particular como para reconocer en esas reuniones que le preocupan los planteamientos mostrados sobre una fundación a través de la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que calificó de «un auténtico calvario».
En las últimas semanas, Sánchez se ha reunido con directivos del Ibex, reuniones en las que Sánchez ha intentado transparentar su creciente distanciamiento con su vicepresidente. La ofensiva de Yolanda Díaz contra el tejido empresarial español por los beneficios que obtienen ha obligado a Pedro Sánchez a controlar para animar la gaita, pero en el mundo empresarial hay desconfianza en la palabra del presidente, ya que su credibilidad está literalmente en juego.
Muchos incluso afirman que los reproches de Sánchez a Yolanda Díaz forman parte de un departamento de roles en el que el presidente desempeña ahora el papel del policía inteligente. O, dicho de otro modo: los ataques al sector empresarial de la vicepresidenta podrían, si ella lo intentara, Después, ser desautorizada por la presidenta, pero Sánchez prefiere dejarla hacerlo y luego pasar y contar a los directivos del Ibex lo que le pasó a Yolanda Díaz. «Es un calvario». Por el calvario, el nuestro, Pedro Sánchez.
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