Andrés Carlos Salinas Obrador

Sin embargo,

febrero 26, 2020

12:05am

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Como Carlos Salinas de Gortari. Tal cual.

Como políticos prisionistas. Como está.

El viejo revolucionario institucional (PRI). Como el que se encuentra.

Andrés Manuel López Obrador – un político moldeado, fogueado y diseñado a la usanza del priismo de los setentas, esa época que el tabasqueño tanto añora y practica-, actúa exactamente igual que Salinas cuando se trata de exigir dinero a empresarios. A su imagen. A su semejanza.

“De tanto atacarlo, te conviertes en lo que tanto odias”, reza la frase. Pues bien. López Obrador mutó, en este episodio, en Salinas de Gortari.

En febrero de 1993, el entonces Presidente Salinas “pasó la charola” (en realidad se llama extorsión) a los empresarios en casa de don Antonio Ortiz Mena. Ese es el hecho.

En febrero y de nuevo en febrero, pero a los 27 años de edad, después de que el presidente de la República, se convirtió en una bandeja, en verdad se llama el otro), con los empresarios de la… del Palacio Nacional. Esa es la realidad.

¿Alguien nota alguna diferencia?

Ninguno de los dos.

No hay ninguna diferencia, por lo que es lo mismo, de hecho, con las mismas variedades de uva, y con el mismo objetivo: el objetivo de recaudar fondos.

Así que, sin más ni menos.

“No somos iguales. Eso sí calienta…”, insiste, una y otra vez, hasta la náusea, López Obrador, cuando lo comparan con los priistas. Con los Salinas. Con los Peña. Pero le tenemos noticias al tabasqueño: son casi idénticos a la hora de pizcar dinero. Aunque le “caliente”.

Como Salinas, AMLO fue forjado por el fuego del viejo PRI.

Como Salinas en 1993, AMLO se reunió con fines recaudatorios en 2020 con los mismos personajes poderosos, millonarios y empoderados: los empresarios.

Así como de las Salinas, en 1993, AMLO dijo que los empresarios de la misma cosa: el dinero. Un montón de dinero.

Como Salinas en 1993, AMLO utiliza la investidura presidencial – la misma que tanto dice defender y que a sólo 15 meses de su Gobierno (es un decir) la tiene hecha girones -, para engordar los bolsillos gubernamentales: Salinas pidió 25 millones de dólares. López, cerca de 20 millones de dólares. Ahí van, nariz con nariz.

Como Salinas en 1993, AMLO extorsionó a los empresarios con el mismo objetivo: reunir fondos con fines políticos y en beneficio del Gobierno en turno.

Como Salinas en 1993, AMLO ofreció un argumento tan inverosímil como tramposo: mientras Salinas extorsionaba en nombre del PRI para respaldarlo financieramente en las elecciones presidenciales de 1994, López lo hacía para… ¡rifar un avión pero sin avión! y prometía, bajo un esquema de falso altruismo, que el dinero recaudado se utilizaría para comprar equipo médico que el propio Gobierno tiene obligación de adquirir con el presupuesto asignado al sector.

Como Salinas en 1993, AMLO redondea: mientras para Salinas el sentido de su extorsión era “dame dinero para mantener a mi partido”, para López es “dame dinero para mantener a mi Gobierno”. Tal para cual.

En ese lance gansteril y vergonzante – vergonzante por gansteril -, AMLO viola, al menos, dos disposiciones legales mexicanas:

En primer lugar, la violación de la Ley de Responsabilidades Administrativas, por el que se prohíbe a todos los funcionarios públicos, incluyendo al Presidente, a solicitar la emproldos para su beneficio personal o de terceros.

“Deben conducirse con rectitud sin utilizar su empleo, cargo o comisión para obtener o pretender obtener algún beneficio, provecho o ventaja personal o a favor de terceros, ni buscar o aceptar compensaciones, prestaciones, dádivas, obsequios o regalos de cualquier persona u organización”. Dicha ley, que forma parte del entramado del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), también obliga a las personas morales a seguir una política de integridad. (Reforma 14/II/2020).

Segundo, viola el Código Penal Federal (Artículo 218 Capítulo VI), que advierte: “Comete el delito de concusión (cobro hecho por un funcionario en beneficio propio): el servidor público que con el carácter de tal y a título de impuesto o contribución, recargo, renta, rédito, salario o emolumento, exija, por sí o por medio de otro, dinero, valores, servicios o cualquier otra cosa que sepa no ser debida, o en mayor cantidad, que la señalada por la ley”. (López Obrador es servidor público. Pidió dinero. Encuadra en este acto a todas luces violatorio).

Pero que a AMLO no le importa la ley. Se preocupa por la ley.

Como Salinas, AMLO ejerció todo el poder del Estado para extorsionar a empresarios. Les impuso cuota. Les lanzó condiciones. Les pasó la charola.

Así que, sin más ni menos.

La solicitud parece más bien una extorsión donde quien no coopere, no será beneficiado con contratos. “Parece el Estado diciendo a los empresarios: si ustedes no colaboran, entonces se puede utilizar el poder del Estado frente a ustedes”, aseguró el Presidente de la Comisión Anticorrupción de la Coparmex, Max Kaiser.

Y sí, Kaiser tiene razón: lo ocurrido la noche del jueves 13 de febrero de 2020 en el patio central de Palacio Nacional, pasará a la historia como una noche vergonzante. La noche de la extorsión institucionalizada operada, directamente, por el Presidente de México.

Carlos Salinas de Gortari, por lo menos, se tomó a préstamo de una casa privada para el otro.

A AMLO ha utilizado en el Palacio Nacional de la institucionalización de la extorsión.

De lo contrario, en esta parte de la historia, no son más que el qué.

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FB / Martin Moreno

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