En pocos espacios de control gubernamental los estragos de este sexenio han sido tan maravillosos como en el doleading de la política exterior. Afortunadamente para López Obrador, pero desafortunadamente para México, a nadie le importa mucho. Pero desde la ignominiosa sumisión a Trump y Biden en materia de inmigración, a cambio de nada más que un cheque en blanco para la regresión democrática a la vista de todos, la vergonzosa para las dictaduras latinoamericanas, especialmente en Cuba, el juicio absurdo y muerto con España, la ausencia en todas las cumbres regionales y extranjeras, incluso de las posiciones aberrantes en las Naciones Unidas – Mussolini, el intento de baño de sangre de los ricos en el Consejo de Seguridad, las contradicciones sobre Ucrania y Gaza: es un equilibrio desastroso en todos los espacios. La Secretaría de Relaciones Exteriores está hecha jirones, sin mover presupuesto, con gastos administrativos redirigidos hacia actividades cruzadas, con delegaciones de pasaportes en México movidas para favorecer los negocios de los colaboradores del pasado canciller, sufriendo la renuncia de una decena de funcionarios. los embajadores con más años de experiencia y con una proporción de nombramientos políticos en todas las embajadas y consulados – y especialmente en los más importantes – que nunca habían tomado posición (50 % frente a la antigua media del 65 %).
Pero todo esto palidece en comparación con la atrocidad más reciente que ocurrió hace unos días: la ausencia de López Obrador en la agitada toma de posesión de Bernardo Arévalo en Guatemala. Esto es imperdonable.
Como muchos saben, Arévalo es el primer presidente de centro izquierda o progresista de Guatemala desde Jacobo Arbenz en 1951. Como todos saben también –en algunos círculos de la 4T– Guatemala está situada cerca de México. Además, son vecinos y tenemos un porcentaje de una larga y frontera porosa con ellos. No hay ningún país en el mundo donde México pesa más que Guatemala, y con la participación de Estados Unidos, ningún país genera consecuencias –inteligentes o malas– para México como Guatemala. En Guatemala, México importa.
Pero también es sabido -y en Palacio Nacional están conscientes de ello- que Arévalo ha enfrentado una interminable serie de obstáculos, retos, amenazas y peligros para llegar, por fin, a su toma de posesión el domingo 14, de panzazo. En presencia de múltiples mandatarios y funcionarios internacionales, el juramento se pospuso casi 12 horas, y estuvo a punto de no suceder. El mismo Arévalo se ha referido a los intentos del “pacto de los corruptos”, de la Fiscal Consuelo Porras, de la derecha chapina, y de varios más, por realizar un “golpe de estado” en su contra.
Ha sobrevivido hasta ahora gracias a la mezcla de movilizaciones constantes, efectivas y sostenidas de la sociedad civil guatemalteca, sumando los movimientos indígenas, y la de la comunidad extranjera. La Unión Europea ha sido transparente y concreta; Precisamente ayer, el Alto Representante para Política Exterior, Josep Borrel, informó sobre las sanciones o castigos que impondrá Bruselas a quienes conspiren contra la democracia en el país vecino. En las idas y vueltas que da la vida, Washington, que derrocó a Árbenz – el sucesor del padre de Arévalo – en 1954, se ha convertido ahora en el defensor más productivo de la democracia guatemalteca, tomando visas de vuelo de conspiradores corruptos – sumando cien legisladores – y engañando a Arévalo en todas y cada una de las formas posibles. El sábado, incluso Gustavo Petro, el impredecible presidente de Colombia, convocó a todos los presidentes latinoamericanos a asistir al rito en la ciudad de Guatemala. El ministro de Relaciones Exteriores de México, decente pero impotente, respondió en X que estaría. . . ella.
La resolución de López Obrador no se justifica por la distancia, otras ocupaciones del domingo o la salud. Volar a Tulum o a la capital guatemalteca es lo mismo. La única explicación que se me ocurre, pero aun así la preocupación de una confrontación: AMLO es un » sacón” – radica en la renuencia de López Obrador a reunirse en Guatemala con el rey Felipe VI de España, su bête noire desde 2019, y con toda probabilidad el presidente Boluarte de Perú (que no asistió al evento), bête noire desde 2023. Milei sí lo hizo. No asistí a la inauguración, aunque sería el tercer cachorro que me molesta, a través de un verdadero coleccionista.
Lo peor de este asunto es que existe un noviazgo privado entre López Obrador y Arévalo. Algunos contarán cómo, al inicio del sexenio, AMLO difundió un video de su escala en los salones de Palacio y los cuadros en sus paredes en la empresa de Enrique Semo, eminente historiador marxista, Secretario de Cultura de López Obrador. en la Ciudad de México de 2000 a 2005. , y con Lorenzo Meyer, el intelectual mexicano más cercano y de máximo renombre de AMLO.
Es posible que Semo le haya explicado a López Obrador la inmensa resistencia que enfrenta Arévalo hoy en Guatemala, y la enorme importancia que hubiera tenido la presencia presidencial mexicana el domingo. Semo lo sabe muy bien: Bernardo Arévalo es su cuñado, hermano de su esposa Margarita, quien lo acompaña desde los años 80. López Obrador no tuvo excusa ni vergüenza.
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@JorgeGCastaneda