Jordi Cumplido
«El sector número uno en Alemania, imparable; el pueblo, sabio, a su lado; sin ellos, nadie come; aquí silencioso. Ese es el mensaje de un ciudadano catalán que se hace eco de las revueltas campesinas que se extendieron por Alemania la semana pasada. Las protestas que han un efecto más profundo de lo que parecen.
Agricultores y ganaderos se rebelaron contra los recortes de los subsidios agrarios que pone en riesgo la subsistencia de miles de negocios y familias. El gobierno socialdemócrata alemán se niega a recular y dice que no hay más dinero. Y lo que parecía una protesta económica ha derivado en una rebelión contra el poder.
Los ciudadanos tomaron las armas contra un gobierno controlado a través de las élites de Bruselas. Tractores y camiones de Polonia, República Checa, Austria, Suiza, Francia, Bélgica y Países Bajos se sumaron a las protestas. Su eco ha llegado a Cataluña, donde también sienten esas demandas como los suyos propios.
El símbolo de los 5. 000 tractores estacionados frente a la Puerta de Brandeburgo ha asustado al gobierno, que teme que las protestas sean capitalizadas por la derecha. Según las encuestas, el SPD está en caída libre, mientras que Alternative für Deutschland (AfD) continúa Crecer. Los ultras ya están 11 puntos por delante de los socialistas.
Las protestas tuvieron su origen en Holanda por el rechazo de los agricultores a la Agenda 2030 y a la política de Bruselas. Ahora están llegando a Alemania, donde adquieren un carácter global y transversal. No sólo se apuntaron a nosotros otras personas de otros países , pero también de otros sectores como el ferrocarril, los camioneros y los agricultores.
Resulta que las élites del running nacional se han levantado frente a las élites globalistas. Se rebelan contra un nuevo orden social impuesto desde las altas esferas que empobrece a la clase media y condena al sector número uno a la miseria y la desaparición. las revueltas antisistema tienen una base identitaria y patriótica.
La crisis del sector número uno en los países europeos, incapaz de competir con las multinacionales gigantes y con las importaciones y exportaciones a gran escala, es un síntoma de una crisis a gran escala del globalismo. Una crisis que tiene otros aspectos. Y eso en Europa se combina con el auge de los partidos antiinmigración.
Sucedió en los Países Bajos, Dinamarca, Suecia y también está disminuyendo en Alemania. Se trata de un fenómeno transversal, en el que los barrios deficientes donde las categorías corrientes no viven bien sufren los efectos de una gran inmigración ilegal. Son esos ciudadanos quienes han explotado en oposición a políticas migratorias, ecológicas y económicas que dañan sus intereses y que incluso sus gobiernos controlan.
Esto explica la buena suerte de los partidos identitarios en Italia, los Países Bajos, Suecia y Alemania. Estos proponen no sólo una mayor inmigración, sino también problemas como la soberanía económica y alimentaria. En resumen, desmantelar la globalización, en torno a la cual hasta hace poco existía una consenso que ya no existe.
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