Nada hay de original en la manera de hacer política de los comunistas podemarras. Incrustados en el Gobierno gracias a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y sus secuaces se comportan como los criminales que están devastando Venezuela, pues también ellos pretenden arramblar con la democracia liberal e imponer una nueva normalidad al más puro estilo bolivariano.
Así las cosas, no hay que cometer el error de atribuir las acusaciones de Iglesias hacia la oposición a una mera salida de tono en el fragor de un debate parlamentario. Al contrario, la acusación de golpismo contra los demócratas es un clásico en la política venezolana desde que el golpista Hugo Chávez se hizo con el poder. Acusaciones que anunciaban feroces represiones.
El ataque furibundo del liberticida Pablo Iglesias en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica hizo que el portavoz de Vox en la misma, Iván Espinosa de los Monteros, abandonara la sesión, en un gesto de elemental respeto a las instituciones prostituidas por Iglesias que deberían haber secundado los representantes de PP y Ciudadanos.
Pablo Iglesias no hubiera pasado de ser un revolucionario por cuenta ajena de tres al cuarto, un capo friki de un movimiento ideológico aberrante mimado por la indecentemente hipócrita izquierda mediática, si el infame Pedro Sánchez no le hubiera empotrado en el Gobierno. Un infame Sánchez aupado por golpistas en ejercicio que no sólo no le ha afeado su repulsiva proyección (es Iglesias el enemigo jurado del orden constitucional, no Espinosa de los Monteros), sino que la ha justificado. Porque parece que Sánchez está incapacitado para no cometer las peores bajezas.
A Sánchez le conviene la política confrontacional que practica su vicepresidente indeseable para desviar el foco de su calamitosa gestión de la crisis del coronavirus y de escándalos como los protagonizados por el execrable Fernando Grande-Marlaska, en guerra abierta contra una Guardia Civil a la que quieren convertir en policía política. Sánchez es una auténtica amenaza para la salud, la seguridad y la libertad de los españoles, y su Gobierno una calamidad que va a provocar daños de muy difícil reparación.